LA COMEDIA LATINA

De las creaciones literarias de los más antiguos autores teatrales latinos sólo quedan los títulos y algunos fragmentos de sus obras, que no pasaban de ser adaptaciones o imitaciones de los originales griegos.

Ahora bien, antes de la influencia griega, existía en Italia un teatro popular, que, tal vez por ser de transmisión oral o improvisado, se ha perdido. Sin embargo, creó tipos peculiares, que perviven en parte de los comediógrafos posteriores.

El primer ejemplo de este teatro primitivo es la Atelana, que presenta ya algunos rasgos recogidos por la comedia italiana. Es una especie de farsa. Su nombre deriva del de la ciudad de Atella, pequeña ciudad de Campania, que disponía de un pequeño teatro, en el que actuaban, con máscaras, sus ciudadanos, sin que esto supusiera desdoro para ellos.

Sus personajes son convencionales y sus nombres expresivos reflejan sus rasgos físicos esenciales y sugieren su carácter: Maccus (tragón y estúpido); Buceo (bocazas y presumido); Dossenus (el jorobado, lleno de malicia); Pappus (el viejo maniático); Sannio (el payaso, el que hace muecas).

Los actores de las Atelanas inventaban previamente la intriga, después la llevaban a la escena, en donde cada uno cumplía con su papel de acuerdo con su ingenio, sin repetir un texto determinado.

Estas farsas atelanas siguieron representándose en Italia, al final de los espectáculos teatrales, en recuerdo de este género tan popular antaño, cuando ya se había generalizado el teatro de origen griego.

Además de las Atelanas, se había desarrollado en la Etruria otro tipo de teatro rústico, los Juegos Fescenios, consistentes en simples diálogos, mordaces y licenciosos, en versos saturnios, protagonizados por campesinos con la cara cubierta por una máscara.

La comedia latina fue instituida, por decreto, casi en la misma época en que lo fue la tragedia. Los ediles encargados de organizar los juegos públicos pedían a escritores de fama (Livio Andrónico, Nevio, Ennio,...) que adaptasen obras griegas para representarlas en los mismos.

Los primeros teatros surgen en Roma en el siglo III a.C. y se reducen a simples tablados provisionales, con un escenario sobrio, sin telón ni decorados, ante el que se apiña un público al que el heraldo tenía que conminar a menudo a guardar silencio.

Los actores eran todos masculinos y algunos tenían que representar varios papeles en la misma obra. No usaban máscara y el atavío y las pelucas (blancas para los ancianos, pelirrojas las de los esclavos) caracterizaban a los diversos personajes.

Estos llevaban atuendos griegos (fabula palliata, de pallium, "manto griego"), por la afición del público a lo exótico y para no atentar, con sus burlas, contra la dignidad de la aristocracia romana.

La comedia togata (de toga, manto nacional romano), de tema y ambiente puramente romanos, jamás encontró aceptación en el gran público.

Para compensar la ausencia de máscara, se recurría a variados juegos escénicos y a la acumulación de peripecias, refundiendo normalmente dos obras griegas en una sola (contaminatio).

Como el público no habría tolerado que un ciudadano romano fuera engañado o ridiculizado en la escena por un esclavo, se le ofrecían cuadros de costumbres griegas, en las que todo estaba permitido: mercaderes de esclavos, viejos verdes, jóvenes atolondrados y sin escrúpulos, esclavos avispados y trapisondistas, esclavas incitantes que acababan casándose con el protagonista, problemas entre padres e hijos, etc.

Los comediógrafos latinos adaptaron al latín las creaciones de la Comedia Media y Nueva griegas, imitando, sobre todo, a Menandro.

En las comedias de Plauto y Terencio, como en la zarzuela moderna, hay partes habladas y partes cantadas.

Sólo se representaban, a cargo de erario público, en ciertas fiestas y la entrada era gratuita.