PLAUTO

Titus Maccius Plautus nació en Sársina, pueblo del Norte de la Umbría, hacia el año 254 a.C., poco después de ser sometida esta región por Roma.

La espontaneidad con que manejó el latín permite suponer que llegó probablemente a Roma en su niñez. Allí aprendió también el griego y adquirió una sólida cultura, manifestada en sus obras.

En su juventud halló probablemente una ocupación relacionada con el teatro, en la que ganó algún dinero, que perdió después en el comercio marítimo. Su conocimiento del lenguaje marinero es muy amplio.

Se dice que, reducido a una extrema pobreza, tuvo que trabajar en un molino.

Superadas tales dificultades, se dedicó a componer sus hilarantes comedias. Las tres primeras alcanzaron el éxito y, a partir de entonces, durante 40 años, hasta su muerte, acaecida en el año 184 a.C., siguió componiendo comedias, cuyo número exacto es imposible precisar. Varrón, crítico del siglo I a.C., fijó en 21 comedias, todas ellas palliatae.

Salvo en Amphitruo, Plauto tomó los temas de sus obras de la Comedia Nueva ática.

Plauto cita a veces en el prólogo al autor e incluso el título del original griego utilizado. Imita a los autores más populares y menos refinados. De Filemón tomó Mercator y Trinummus; de Dífilo, Casina y Rudens; de Demófilo, Bacchides, Cistellaria y Stichus.

Con Demófilo compite en la belleza de sus diálogos.

En cuanto al diseño de los caracteres, que en Menandro resulta un tanto elemental, Plauto expresa con vigorosos rasgos la figura del protagonista, en torno al cual se desarrolla la acción: Euclión (Aulularia), Alcmena (Amphitruo), Pirgopolinices (Miles Gloriosus), etc.

Joven enamorado y sin dinero para liberar de un rufián a su amada, recurre a un amigo, que no puede prestárselo.

Siervo fiel, ingenioso, audaz, capaz de conseguir con su astucia engañar al padre del joven, para que aporte la suma que saque a este de apuros.

Padre chapado a la antigua, huraño y cascarrabias, que a veces se convierte en rival de su propio hijo.

Esposa mandona e insoportable. Matrona noble, comprensiva y bondadosa.

Joven atractiva, cortesana contra su voluntad, ya que, a pesar de ser de buena familia, el cruel destino la ha hecho caer en manos de una alcahueta o de un rufián, que viven a costa de ella, hasta que es liberada por su joven enamorado.

Cortesanas seductoras, diestras en las artes de su oficio, cínicas, farsantes y descaradas.

Surge en ocasiones la figura ridicula del soldado fanfarrón (Miles Gloriosus) y, con más frecuencia, el indeseable rufián, tipo cruel y repulsivo.

Otro personaje, de gran efecto cómico, es el parásito. Todos estos personajes son presentados bajo la faceta humorística.

Incluso, siguiendo a Menandro, nos muestra las inquietudes de una cortesana, dotada de un corazón generoso y angustiada constantemente por un deseo de regenerarse moralmente y de alcanzar una vida más digna.

Crea el tipo de pícaro (Pseudolus, Palaestrio,...), esclavo capaz de procurar, gracias a su ingenio, a su joven amo, tan enamorado como carente de medios económicos, el cariño de su amada.

El público bullicioso de Plauto (populus tunicatus), poco ilustrado generalmente, exigía la exposición minuciosa del argumento de la obra, así como determinar el lugar en que transcurre la acción.

Durante la representación había que pedir con insistencia que se guardara silencio y, si se corría la voz de que en otro lugar se celebraba un espectáculo de saltimbanquis o de gladiadores, el teatro quedaba desierto.

Por estas razones, para cautivar la atención de este público tan volátil, el poeta debe acumular escenas y más escenas llamativas, episodios inútiles, sin preocuparse de su mayor o menor coherencia dentro de la obra.

La acción tiene lugar en Grecia o en tierras helenizadas.

A pesar de ello, los personajes hacen alusiones al Capitolio o al Velabro, juran por divinidades latinas, hablan de auspicios y de legiones y practican los mismos usos y costumbres que los espectadores romanos.

Otras veces se funden argumentos, escenas y aun personajes de distintos originales (contaminatio).

Plauto inserta el canto y la mímica de la danza, no ya en intermedios independientes, como sucedía en las Comedias Media y Nueva áticas, y cantos relacionados con la acción, al modo de la Comedia Antigua, mera sucesión de escenas en torno a un coro, sino incluso a lo largo de la acción, creando así una verdadera ópera cómica, en la que el elemento musical predomina sobre el coreográfico y el recitado.

Pero lo más peculiar del arte de Plauto es el hábil manejo del lenguaje, capaz de adaptarse a los más diversos afectos y a la más variada condición de los personajes. Estos hablan sin tregua, con una locuacidad llena de colorido, de juegos de palabras, de chistes, de retruécanos y de expresiones callejeras, vulgares y a menudo obscenas.

Para expresar la ira emplea infinitas expresiones de tipo plebeyo.

El amor le sugiere madrigales, serenatas y deliciosas elegías.

El parásito suelta una catarata de nombres de manjares.

El soldado fanfarrón inventa nombres y más nombres de lugares geográficos reales o imaginarios.

Los esclavos astutos imaginan toda clase de palabras aptas para sacarle dinero a uno o simplemente burlarse de él.

El lenguaje plautino, puro, rico, vivo y popular, es una fuente inagotable de la que manan los vocablos usados en el arte de la guerra, de la política, del comercio, del derecho, de la caza, de la cocina y de los demás aspectos de la vida cotidiana.

A ello se suman las figuras retóricas, metáforas, aliteraciones, asonancias, paronomasias, derivados y compuestos cómicos, etc.

Entre las obras de Plauto pueden considerarse comedias de intriga Cistellaría, Menaechmi, Poenulus y Rudens, en las que el final feliz va precedido de la oportuna "anagnórisis".

Otras comedias muestran las calaveradas de un "hijo de papá", que, ayudado por un criado ingenioso y trapacero, consigue el dinero que precisa para sus amoríos (Asinaria, Bacchides, Casina, Mercator).

En otras (Curculio, Miles Gloriosus, Mostellaria, Persa y Truculentus), aparecen en escena alcahuetes o soldados fanfarrones, burlados por el ingenioso esclavo o por la astucia femenina.

No faltan algunas comedias de tendencia moralizadora (Aulularia, Captivi, Trinummus), aunque no sea este su fin directo, ya que este es el de provocar la risa y divertir al público. Pero al poner en ridículo defectos, vicios y malas costumbres, surge indirectamente la función ética. Al final de Captivi el coro se dirige a los espectadores con estas palabras: "Distinguido público, esta comedia es una obra muy moral: no hay en ella ni indecencias, ni amoríos, ni suplantaciones de niños, ni dineros estafados, ni un joven enamorado que, a espaldas de su padre, libera a una golfa".

Anfitrión, Asinaria, Aulularia, Báquides, Los cautivos, Cásina, Cistellaria, Gorgojo, Epídico, Los gemelos, El mercader, Miles gloriosus, Mostelaria, El persa, Poenulus, Pseudolus, Rudens, Estico, Trinumnus, Truculentus y Vidularia