MENANDRO

Nació en Atenas hacia el año 342 a.C., en el seno de una familia acomodada. El comediógrafo Alexis, tío suyo, lo inició probablemente en el arte escénico. Murió en Atenas hacia el año 292 a.C. Sus conciudadanos le erigieron un sepulcro en el camino del Pireo, cerca del de Eurípides.

Fue amigo y discípulo de Teofrasto, en cuya obra Caracteres se ha pretendido ver modelos de los personajes que aparecen en sus comedias.

Amigo también de Epicuro, formó parte del círculo de Demetrio Falereo, político que gobernó Atenas entre los años 317 y 307 a.C.

Ptolomeo Soter, soberano de Egipto, quiso llevarlo a su corte y, según se dice, envió incluso una flota para facilitarle el viaje. Sin embargo, Menandro, epicúreo y de gustos refinados, prefirió seguir viviendo en su Atenas natal.

Su estatua sedente, conservada en el Vaticano, lo representa con gesto reflexivo y melancólico.

En los 30 años que duró su actividad poética compuso 108 comedias, de las que ninguna se conserva completa. La primera, La ira, se representó hacia el año 322, un año después de la muerte de Alejandro Magno. Tenía entonces Menandro unos 20 años de edad.

La crítica antigua consideraba a Menandro el poeta más importante de la Comedia Nueva y, sin embargo, según Apolodoro, sólo obtuvo ocho victorias en los concursos de comedias.

Filemón, su rival, le arrebató muchas veces el primer premio. Se contaba que Menandro estaba tan seguro de ser superior a su competidor, que en cierta ocasión le dijo: "Dime, Filemón; dime francamente: cuando triunfas sobre mí, ¿no te da vergüenza?"

La ausencia en sus comedias de concesiones al mal gusto, a la chocarrería y a la obscenidad le restaba incondicionales entre las masas populares y explica su poco éxito en los concursos y, en cambio, el juicio elogioso que los autores cultos de la antigüedad emitieron sobre sus obras.

Menandro fue el creador del "teatro de costumbres", con afán moralizador. Se han coleccionado muchas de sus sentencias, que revelan este propósito moral y educativo, plasmadas en frases como éstas: "Los amantes de los dioses mueren jóvenes"; "Quien es bueno no puede cometer una acción ruin"; "No vivimos como queremos, sino como podemos".

Algunos consideran que la trama de sus comedias es poco verosímil: partos clandestinos, niños expósitos, "anagnórisis" inesperadas, etc.

Sus personajes revisten un carácter acorde con los papeles que representan; filosofan discretamente; son, en general, buenos y humanos; no tienen vicios, sino defectos; no saben concebir el mal y, menos aún, practicarlo.

Es esencialmente un poeta que canta al amor, en todas sus manifestaciones: afecto, ternura (de padres hacia los hijos y viceversa), bondad, nobleza de alma, que afloran hasta en los esclavos y las cortesanas.

El arbitraje, El misántropo, La trasquilada y La samia.